sábado, 20 de diciembre de 2014

Hídrico

Sueños de mar,
de manantial,
de noria,
de río,
de escorrentía;
sueños que se filtran
por cada grieta,
cada poro,
cada resquicio
de mi piel
cuando, de noche,
fluye el recuerdo
de la transparencia
de tu cuerpo
de agua.

domingo, 11 de mayo de 2014

Black Friday

La tarde termina y en tropel, hastiados de rutina semanal, caminan a paso veloz por las calles de la zona vieja del centro de la ciudad, lo mismo auxiliares administrativos que obreros, ejecutivos que burócratas, políticos que comerciantes, y hasta una que otra alma consagrada al culto del buen Dios, unos gente buena y dedicada, otros rapiña de la peor calaña, con los bolsillos repletos de dinero, del salario o la ganancia de la semana, con el común denominador de buscar las mismas mercancías que les satisfagan de alguna forma las carencias del cuerpo y el espíritu, que llenen sus vacíos y alivien sus dolores.

Es viernes, viernes negro, como todos los viernes del año, pero así es el comercio, bien lo sabes, y con la tristeza de, al paso de los años, no haberte aún acostumbrado, preparas el ánimo y el cuerpo para atender a cuanto parroquiano venga al oscuro y maloliente cuchitril por un tanto de alcohol y sexo y hasta amor, según el pago.

viernes, 18 de abril de 2014

Trémula

Cinderella Star
pierde el tiempo los viernes por la tarde,
mientras recuerda con rencor
al hombre aquel que vino un día
y la tomó por la cintura,
que penetró por vez primera
la rendija infantil
de sus caderas,
que de a poco
la convirtió en lo que ahora es
y en lo que nunca será...
otra vez.

Cinderella Star
enciende el enésimo cigarro
cansada de aguardar
el regreso de un Ulises desgastado
que se dejó atrapar por las sirenas,
y no volvió jamás
por esta esquina que ha habitado
los cuatro últimos lustros
de sexo sin amor,
de flores sin aroma,
gemidos sin dolor
y orgasmos no acabados.

Cinderella Star
se mira con desdén en la vidriera
de una hotelucho de barrio,
se observa largamente y sólo puede ver
a esa mujer que siempre le dió miedo,
malvestida, arrugada, despeinada,
detrás del maquillaje exagerado
a duras penas reconoce
a la casi adolescente
que unos años atrás malgastó
cual moneda corriente
su juventud y la firmeza de su carne.

María Guadalupe Villanueva,
si es que algo queda de ella,
se alisa el arrugado vestido
barato y microscópico,
que a penas si cubre
su piel reseca y maltratada,
su carne abotagada,
y el temblor de su cuerpo,
no de frío, sino de la extraña,
la mortal sensación
que dejan la ausencia
y el hastío...