viernes, 18 de abril de 2014

Trémula

Cinderella Star
pierde el tiempo los viernes por la tarde,
mientras recuerda con rencor
al hombre aquel que vino un día
y la tomó por la cintura,
que penetró por vez primera
la rendija infantil
de sus caderas,
que de a poco
la convirtió en lo que ahora es
y en lo que nunca será...
otra vez.

Cinderella Star
enciende el enésimo cigarro
cansada de aguardar
el regreso de un Ulises desgastado
que se dejó atrapar por las sirenas,
y no volvió jamás
por esta esquina que ha habitado
los cuatro últimos lustros
de sexo sin amor,
de flores sin aroma,
gemidos sin dolor
y orgasmos no acabados.

Cinderella Star
se mira con desdén en la vidriera
de una hotelucho de barrio,
se observa largamente y sólo puede ver
a esa mujer que siempre le dió miedo,
malvestida, arrugada, despeinada,
detrás del maquillaje exagerado
a duras penas reconoce
a la casi adolescente
que unos años atrás malgastó
cual moneda corriente
su juventud y la firmeza de su carne.

María Guadalupe Villanueva,
si es que algo queda de ella,
se alisa el arrugado vestido
barato y microscópico,
que a penas si cubre
su piel reseca y maltratada,
su carne abotagada,
y el temblor de su cuerpo,
no de frío, sino de la extraña,
la mortal sensación
que dejan la ausencia
y el hastío...

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