viernes, 30 de agosto de 2013

No nos hagamos pendejos

Por más vueltas que le doy
y por más que me cuestiono,
no encuentro algotra razón
para tu cruel abandono.

No creo que hallas olvidado
–no nos hagamos pendejos–,
nuestras llamadas furtivas,
nuestros mensajes perdidos,
ni esas miradas ocultas,
ni aquellos besos robados,
nuestras manos temblorosas,
nuestro nudo de entrepiernas.

No respondes mis llamadas
ni mis mensajes contestas,
de mirarnos ya ni hablar,
mucho menos de besarnos,
ni de enroscarme en tus piernas,
pero muy seguro estoy
–no nos hagamos pendejos–
no es por olvido tu ausencia.

Por más vueltas que le doy
y por más que hago memoria,
no encuentro algotra razón
que tu desidia ominosa.

jueves, 22 de agosto de 2013

Reencuentro

Que siempre me llevarías contigo, en tu memoria, decías con aquel desparpajo tan característico en ti las pocas veces que parecías feliz, cuando estabas conmigo, por ejemplo; como cuando, mientras manejaba por aquella carretera inhóspita, te me encaramaste por primera vez y, en medio de un torrencial aguacero, terminamos trenzados en medio de una ranchería, junto al quiosco, frente al templo, con los vidrios empañados, con relámpagos en los labios, en la mirada, en las manos, en el pecho y con la lluvia entre las piernas.

Que siempre me llevarías en tu memoria, decías, pero al encontrarte esta mañana, años después, no se cuantos, cinco, diez, mil, quizás más, descubrí la tristeza en tu mirada, y entendí que nada es eterno, ni el amor ni el deseo, y que mi rostro, mi sexo, mis labios, las yemas de mis dedos, han sido remplazados en tu memoria y tu entrepierna por las facciones afiladas, el miembro enhiesto, la lengua acerada, los dedos de fuego del olvido.