miércoles, 18 de septiembre de 2013

Epitafio

Por más que lo queramos
jamás podrán
separarnos del todo,
ni tus vanos intentos
de olvidarme
ni mis inútiles deseos
de dejarte,

porque esto que sentimos
es más fuerte que tú,
que yo, que todos,
que aquello
que castra, que coarta,
que define, conviene,
decide, separa...

porque no dejarás
de asomarte a la ventana,
a la misma hora,
y así será mientras vuelva,
ya no en cuerpo, sólo en alma,
a pasar en silencio, día a día,
frente a tu última morada.

martes, 17 de septiembre de 2013

El siguiente paso

Igual que cada noche
te observo absorto,
detenidamente,
mientras te quitas
la blusa, y el encaje
sutil de tu sostén
sostiene,
valga la redundancia,
mis ansias de besar
la redondez de tus senos,
la insólita bravura
de tus pezones indomables,
de acariciarlos
con las yemas
de mis dedos,
con las palmas
de mis manos,
con mi lengua,
con mi sexo,
con mi cuerpo.

Igual que cada noche,
ajena a mis deseos,
te despojas
lentamente
de la falda
y bailas
con tu imagen
al espejo,
con los ojos
entrecerrados
y los labios
entreabiertos,
ignorante de este hombre
que te observa cada noche
desde afuera,
y está vez, por fin,
se ha decidido
a entrar por tu ventana
y, detrás de las cortinas,
espera para dar

el siguiente paso...

jueves, 5 de septiembre de 2013

Sin ti

Miro mis brazos vacíos,
ausentes de toda caricia
inmolados en su propia ausencia
malditos sin ti.

Miro mis ojos de tibia melancolía
perdidos en el limbo de tu cuerpo,
viendo pasar el tiempo
estremecido por ti.

Miro el deseo acostado en mi cama
yaciendo muerto de besos nocturnos
olvidados en tu boca,
acuciando un onanismo de placer viril.

Miro mi vida de yerros constantes
acusando tu ausencia los días lluviosos
carente de frases de amor
que ensayaste para mi.

Dónde te encuentras espíritu libre
huyendo de mi alma
solitaria y loca,
que no vive sin ti.


viernes, 30 de agosto de 2013

No nos hagamos pendejos

Por más vueltas que le doy
y por más que me cuestiono,
no encuentro algotra razón
para tu cruel abandono.

No creo que hallas olvidado
–no nos hagamos pendejos–,
nuestras llamadas furtivas,
nuestros mensajes perdidos,
ni esas miradas ocultas,
ni aquellos besos robados,
nuestras manos temblorosas,
nuestro nudo de entrepiernas.

No respondes mis llamadas
ni mis mensajes contestas,
de mirarnos ya ni hablar,
mucho menos de besarnos,
ni de enroscarme en tus piernas,
pero muy seguro estoy
–no nos hagamos pendejos–
no es por olvido tu ausencia.

Por más vueltas que le doy
y por más que hago memoria,
no encuentro algotra razón
que tu desidia ominosa.

jueves, 22 de agosto de 2013

Reencuentro

Que siempre me llevarías contigo, en tu memoria, decías con aquel desparpajo tan característico en ti las pocas veces que parecías feliz, cuando estabas conmigo, por ejemplo; como cuando, mientras manejaba por aquella carretera inhóspita, te me encaramaste por primera vez y, en medio de un torrencial aguacero, terminamos trenzados en medio de una ranchería, junto al quiosco, frente al templo, con los vidrios empañados, con relámpagos en los labios, en la mirada, en las manos, en el pecho y con la lluvia entre las piernas.

Que siempre me llevarías en tu memoria, decías, pero al encontrarte esta mañana, años después, no se cuantos, cinco, diez, mil, quizás más, descubrí la tristeza en tu mirada, y entendí que nada es eterno, ni el amor ni el deseo, y que mi rostro, mi sexo, mis labios, las yemas de mis dedos, han sido remplazados en tu memoria y tu entrepierna por las facciones afiladas, el miembro enhiesto, la lengua acerada, los dedos de fuego del olvido.

miércoles, 24 de julio de 2013

La Señorita

Lulú era extraña, quizás porque su solitaria vida la había llevado a ser lo que en el fondo de si no deseaba, ser la chismosa de la colonia.

Llegada de un lejano lugar de Oaxaca, La Señorita -llamada así a disgusto suyo- vivía recluida en el departamento de interés social dado que la casa que tenía en Tlalpan hubo que venderla porque era demasiado grande para ella y sus manías 

Desde que llegó a la unidad habitacional, llamó la atención por su forma de vestir. Usaba faldas de grandes vuelos no ostentosas porque en su trabajo de oficina no se lo permitían. Blusa, corpiño y camiseta cubrían su frondoso pecho además de un chaleco blanco de lana y dos suéteres porque el frío le dañaba los ganglios provocándole una tos perruna de no terminarse nunca.
Medias gruesas de lana, botas de piel, gorro con bufanda y un chal integraban su outfit de todos los días. 

Cinco para las ocho. Lulú empieza a abrir la puerta resguardada por cinco cerrojos de combinación que impedían entrar a cualquier persona que no fuera ella.
Después asomaba la cabeza con el bolso de mano bien agarrado por si alguien estaba escondido en el rellano de las escaleras. 
Cerciorándose de no haber nadie, inspeccionaba el piso porque tenía claro que sus vecinas querían hacerle brujería. La mínima basurita la detenía para salir a tiempo. Si encontraba algo no ponía un pie fuera del departamento. Calzándose un par de guantes de nylon, recogía el objeto extraño, la guardaba en una bolsa de plástico y se la llevaba a tirar al canal de aguas negras al otro lado de la avenida.

Cuando esto sucedía no se presentaba a trabajar arguyendo sentirse mal. La Señorita con tantos años prestados al sector gubernamental podía faltar cuanto quisiera.
Entonces iba a su recámara, se quitaba los suéteres y el gorro. Preparándose un café, se sentaba detrás de las cortinas para espiar a la gente que pasaba frente permaneciendo largas horas tomando tiempo apenas para ir al baño.
Para soluciona eso y no distraerse compró una bacinilla teniéndola a su lado por si apremiaba el deseo de ¨hacer de las aguas¨ como decían en el pueblo.

Quedaba sin moverse largas horas del día.

Todo le daba miedo.

Si a algún sujeto se le ocurría recargarse en el poste del alumbrado, tocaba el techo del departamento con un palo de escoba, esa era la señal para avisar al vecino de arriba que alguien quería hacerle daño según ella.
El hombre se asomaba para asegurarle que no pasaba nada pero Lulú insistía hasta lograr que el tipo amenazador se fuera.

Siguiendo en su sitio detrás de las cortinas, miraba a las vecinas criticando su forma de vestir, de educar a sus hijos, de caminar, en fin, cualquier cosa que hicieran era criticada por Lulú.

Muchas veces se metió en líos por comentar con otras vecinas las cosas que veía y que al contarles les daba su particular punto de vista haciendo enojar a las mujeres que le retiraban el habla de tal modo que llegó el día en que el vecino de arriba dejó de ayudarle en sus apuros temerosos y se quedó sola, sin nadie que le diera amparo al miedo de mujer solitaria.

Fue cuando le dio por hablar consigo misma sobre sus aconteceres cotidianos comenzando a volverse paranoica.
Oía voces venidas de sus costosas figuras de cerámica quienes le hablaban contándole cosas que no entendía. 
Primero le dio miedo escucharlas pero después se acercaba para preguntar sobre el bisbiseo que continuamente atacaba sus oídos.
Comenzó a platicar con las sombras incluso llegó a poner sillas detrás de las cortinas para que sus acompañantes imaginarios la siguieran en su tarea de criticar la vida de las vecinas de tal modo pasaba los días sin darse cuenta cuando llegaba la noche y luego otra vez el día.

Sin casi comer iba adelgazando. Ya no era la Lulú regordeta que todos conocieran. Su paranoia la estaba dejando en los huesos.

Dejó de salir creyendo que todo el que estaba cerca quería hacerle daño convirtiéndose en una sombra. de la que nadie recordaba ya.
Perdida en la oscuridad de su mente, escondida detrás de las cortinas, pasaría mucho tiempo antes de que alguien se diera cuenta de su ausencia.






lunes, 15 de julio de 2013

El reto

Mucho se preció el negrajo carrocero de tener, según sus cuentas, el sexo más viril de la comarca, y presumió hasta el cansancio tener un tamaño caballesco y la correosidad de la asadura de un pollino.

Era tal su presunción que había ganado, hartar a cuanto caballero o villano le escuchaba, que si bien le miraban con recelo, no podían ocultar la admiración que, a su vez, le profesaban.

Era tanta la fama del mulato, entre sirvientas, damas de compañía y mujerzuelas de tugurio, que comenzaron también a verse con frecuencia, por la inmunda suciedad de la carrocería, damas de sociedad, en toda clase de calesa y calesilla.

Era tal la fama ya obtenida con aquel gigantismo legendario, que comenzaron a congregarse en la hostería, con el fin de medir armas con el negro, mancebos bien dotados, llegados de confines ni siquiera imaginados.

Un sábado cualquiera llegó un viejo -acompañado de un enano despreciable-, que al parecer venía con la encomienda de hacer gala del miembro -seguramente flácido- en la fálica contienda.

Quitose la capa el caballero, eligió la mesa más lejana del aposento cochambroso, pidió una jarra de vino de la casa, y luego de arriscarse el relamido bigotazo, sorprendió a cuanto parroquiano le escuchaba, lanzando el esperado desafío:
Yo reto al mulato que aquí mora a que si no teme a la derrota y la vergüenza, a la mesa del centro se aproxime, y sin dudarlo se baje los calzones para medir sus partes... con mi amigo.
Tras el reto subió por las paredes un olor a incredulidad y desencanto, ¿en verdad pensaba el viejo orate que podría perder el negro idolatrado con lo que en proporción podría cargar, entre las piernas, el enano?

Volvió a lanzar el reto aquel anciano y mostró una saca repleta de oro y plata, para cruzar apuestas con cualquiera, ante la mirada incrédula del negro, que apoyado de codos en la mesa no habíase hasta entonces inmutado.

Los parroquianos confiados apostaban que su gallo habría de aplastar al retador sin despeinarse, volviendo de inmediato a departir con las mozas y brindar con los hombres con tepache.

Dispúsose el negro, un tanto hastiado, a terminar de un mamporrazo con la afrenta, y sin mediar palabra fue a la mesa, dejando caer kilo y medio de carne sobre ella.

Dos carcajadas sonaron en la esquina, acallando el jolgorio de la tienda: con la primera el enano se bajaba, de un brinco, del banquillo y con la segunda se desabotonaba la pernera.

Reinó un silencio mortal inesperado, los congregados no atinaban a explicar lo que veían, el contendiente en este concurso de alzadura, ahora no sólo no parecía ser enano, sino más alto que el promedio se veía.

Quedose apoplejado el carrocero, y sólo atinó a exclamar acomplejado: ¡jamás hubiera imaginado, cosa grande, que lo más largo de mí sería adoblegado, por la gigantesca pierna tercera de un enano!

martes, 2 de julio de 2013

En el olvido

Olvido el abandono en que me tienes
los lunes al amanecer
abriendo los ojos
a otro día sin ti.

Los martes es descuido de mi parte
no verte junto a mi
ya no quiero tengas cabida en cama
culpable eres por esta dejadez.

Miércoles de desgano
sin tu cuerpo dentro de mi ser
largos silencios ocupan mi pensamiento
maldigo la noche
maldigo al día
por no volverte a ver.

Jueves no debería existir
como tu recuerdo olvidado en mi nariz
fatuo aroma el tuyo,
¡ven por él!

Viernes ya no importa nada
tu olvido ni mi lucidez
una semana
vuelta echada a perder.

Sábado y domingo no cuentan
¿para qué?
si ya no te importo
nada vale en esta desidia ponzoñosa
que me dejaste
para nunca más volver.

lunes, 17 de junio de 2013

El adiós

Me dejaste aturdida en el olvido
de tus manos.
Sin saber porqué
te alejaste condenándome a vivir en el infierno
sin ti.

¿Y qué hago ahora
con estas caricias que de tuyas son sin cuerpo?

Abandonas el alma que se entregó
sin remordimientos
cuando el cuerpo ansiaba lo que no tenía
en otro dueño.

Condenas al abandono de quimeras
de las tardes de abril,
a los besos frustrados que no te daré
y sin tiento te ríes
sabiendo que sin ti poco a poco muero
enterrada en el olvido de tu risa.

¿Y qué hago yo con tantos sueños
que forjé al amparo de tus brazos?
Para qué nací
si en tu olvido habría de morir.

Tristes lamentos estallan en la fría noche de invierno
cuando mirando tu retrato
pregunto si de mi te acuerdas
ocultando en mi almohada
lágrimas de desventura.

Que pena da
morir de amor
y tu ni te enteras
siendo feliz
al olvidarte de mi.

martes, 28 de mayo de 2013

Destiempo

Escrita hace siete años, la carta esperaba guardada en el cajón del buró. 
Metida en una bolsa blanca tenía el dejo a perfume Axis Blue tal como huele él. 
Para que los aires del tiempo no se lleven su aroma pasados los tiempos.
Decía lo mucho que la amaba pidiendo perdón por los desaires ocurridos. 
Con un Te amo al final, la carta fue escrita en papel cebolla con tinta china de una pluma que ya no existe.
Ante la indecisión sobre si mandarla o no, quedó esperando el tiempo adecuado para ser entregada. Pasados los años la carta agonizó en los olvidos de la cotidianidad. 
Resucitando un día al ser hallada por las manos masculinas de quien no envió la misiva.
Dejando escapar un largo suspiro, fue cortada en trocitos quedando cual rompecabezas sin solución.
El cesto de basura fue la tumba de la carta que no encontró su destino final, pedir un perdón que ya no valía la pena.
Después de tanto tiempo el objeto de su amor habíase casado con otro.
El destino de una carta sin destinatario pasó al olvido.
Como ya antes había sucedido
Como si nada hubiese pasado.

jueves, 23 de mayo de 2013

Recorrido

Heme aquí,
parafraseando al león
que sólo pide a Dios,
pidiéndote de hinojos
la posibilidad de
volver a recorrer
la ruta indómita
del altiplano
poroso de tu vientre,
bordear el litoral
de tu cintura,
la inhóspita geografía
de tus pechos,
descansar en el oasis
generoso
de tus labios,
perderme en paraje
desértico
de tus piernas
casi eternas,
hasta llegar, no importa
si así fuese,
cuarenta años después,
a la tierra prometida
de tu sexo.

lunes, 20 de mayo de 2013

Venganza

Por lo regular papá me llamaba cerca de la medianoche cuando todos estaban dormidos. El régimen casi militar al que nos sometía nos ordenaba dormir a las 7pm cuando el sol todavía no se metía.
Mi madre dormía a su lado amamantando a mi hermano pequeño. Mis otros hermanos descansaban en las otras camas.
No se oía ni un ruido más que la respiración pausada de los habitantes de la casa. Afuera todo era tan normal, dentro todo era tan irreal que nadie podría saber lo que ocurría.

Así comenzó todo.

Muy quedito se levantaba mi padre de la cama, acercándose a mi decía en un susurro: Ahorita que me acueste, vienes. Tenía cerca de cinco años cuando todo empezó.
La primera vez no entendí para que querría que fuera a su cama. Me levanté con la inocencia del que nada teme. Cuando estuve junto a él, me levantó la camiseta y empezó a sobarme la panza.
¿Qué sentía al hacerlo? Nunca lo supe y ni siquiera se me ocurrió preguntarle, le tenía miedo ya había probado su mano en mi mejilla cuando no lo obedecía. De oficio albañil tenía las manos tan encallecidas que cuando nos pegaba era una especie de cuero lo que nos azotaba. Nos dejaba marcados los dedos por varios días. En la escuela no sabíamos que decir cuando la maestra preguntaba qué nos ocurría. 


Empecé a odiar que llegara la noche porque sabía que me diría que fuera hasta donde él estaba y empezaría a sobarme la panza.

Un día mi hermana mayor le dijo que dónde estaba yo cuando me buscó y no estaba junto a ella.
-¡Duérmete!- sonó tajante.

Esa vez mamá no estaba, se había ido a parir a mi hermano.

Yo siempre vi a mi padre como un monstruo. Sabía que lo que hacía no era bueno porque esperaba la noche para acariciarme.
Mi hermana -ya de más grande- me preguntó si me había hecho algo más pero le dije que no y se quedó tranquila. El odio que vi en sus ojos me asustó, no quise contarle lo que me hizo una noche en que bajó su mano.
Lo borré de la memoria.

Tiempo después supe que a mis demás hermanas les había hecho cosas peores que a mi. ¿Dónde estaba mi madre cuando eso pasaba?
Hasta el día de hoy no lo sé. Ya no quiero preguntar más. Es como abrir una herida cicatrizada pero que por dentro está supurando. 
Si me pidieran meter las manos al fuego por alguno de los dos lo haría por mi madre, ella era una santa porque de otra forma no entiendo cómo es que vivió al lado de mi padre durante tanto tiempo.

Mis hermanos se salvaron, al menos así lo creo porque ven a mi padre como un ídolo. Lo tienen subido en un pedestal como si fuera la máxima gloria que el mundo les dio. Yo he querido quitarles la venda de los ojos para que ese gigante falso caiga a sus pies pero mi hermana me lo ha advertido: Dios me mandará al infierno porque esas cosas son pecado y por lo tanto no se deben decir. Se debe morder el alma antes de decir algo del padre o la madre.

Por eso me he quedado callada tanto tiempo pero me he prometido a mi misma que el día que esté muriendo se los voy a decir. Esa será mi venganza, romperles el ídolo de barro que tuvieron por padre no le hace que me vaya al infierno porque no creo que haya algo peor que lo que viví en la tierra.










jueves, 16 de mayo de 2013

Eres un mar

Caminando por la playa pensé escribir un poema que hablara de la falta que me hacen tu vientre perlado de sudor y de deseo, tus pechos coralinos, tus labios temblorosos como olas de sal y caracolas, tus piernas entreabiertas como arrecifes que invitan a encallar, pero el estruendoso romper de la marea me hizo entender, allí, sentado en la arena, que no es a ti a quien extrañaba, sino al mar.

lunes, 13 de mayo de 2013

Acróstico

Roce de ramas
Unidas por troncos de inflexible grosor
Incitan a la calma perenne
De la vigilia
Ostentosa del búho.

jueves, 9 de mayo de 2013

Para cuando se nos acabe el amor

Ni tus manos,
ni tus dedos,
ni tus senos
como cántaros
ni tus caderas
generosas,
ni tu cintura
apretada,
ni tu espalda
sudorosa,
ni tus piernas
poderosas,
ni tus labios,
ni tu lengua
recorriéndome
las ganas
y el deseo,
ni el cálido gusto
de tu sexo,
húmedo,
turbio,
pegajoso.

Cuando acabe el amor
no habrá nada que,
cubierto de negro satín
por envoltorio,
me puedas regalar
para volver a ganar
lo que habremos perdido.

lunes, 6 de mayo de 2013

Dual

Te cubres
exigua de pena y pudor
con tus dedos blancos y largos
acaricias los senos.

Colores rojos tiñen tus labios
eximes de dudas las dulces manos
ensayando besos en el cristal profano
manoseando tu cuerpo
sus ojos vanos
acostado revisa
si vales el precio.

De negras medias se visten tus piernas
largas que llevan al cielo
nubes blancas,
olor a hielo
llueve el deseo
en camas ajenas
hilando traspiés
en bocas procaces
de lujurias sin tregua.

Pequeña niña
mujer plena
tus manos aprenden
juegos obscenos
vestida de negro
inconsciente vives
historias prohibidas
por tu edad tan tierna.

La vida te viste
en las noches eternas
de ropa galante
y
en el día
con muñecas juegas
compradas con dinero sucio
de manos deshonestas.

La vida es así
dices sonriendo
mientras con tu blanca mano
enjugas tus ojos.



jueves, 2 de mayo de 2013

Corto viaje a ningún lugar

La encontraron en un páramo, tenía la frente hinchada, el cráneo hundido, los ojos reventados, las costillas rotas, la nariz en pedazos, una nariz pequeña que tenía la facilidad de clavarse en la memoria de quienes la tuvieron alguna vez entre sus labios, una nariz fina de la que saltaron borbotones de sangre, ahora seca, hasta cubrir casi por completo las manchas moradas que, por todo su cuerpo, contrastaban con su piel blanca, casi transparente, logrando una fotografía grotesca en la que lo menos impactante era la desnudez de ropas.

Ojalá la hubiera encontrado con otro, ojalá la niña en su vientre hubiera sido de alguien más, ojalá la causa de tanto dolor hubiera sido cierta y no una sospecha infundada.

La encontraron en un páramo, apenas unas horas después de haber tomado la decisión más importante de su vida: emprender un viaje sin retorno a un lugar mejor.

lunes, 29 de abril de 2013

Retorno

Era muy de mañana cuando Tito abrió la puerta de su casa. Parado de puntitas jaló la manija saliendo sin que su mamá se diera cuenta, a la edad de cuatro años el niño emprendía su primer viaje solo.

La casa de Tito se encuentra a un lado de la autopista. Junto a la escuela primaria y un numero reducido de casas donde el niño solía jugar con los hijos de otras vecinas bajo la supervisión de su madre.

Tito, niño rubio de cara redonda y sonrisa pícara era el primer hijo del matrimonio venido de Querétaro, instalándose en el caserío ubicado a la orilla de la carretera unos cuantos meses antes sin imaginar el giro que su historia daría en pocos días.

Siendo el primogénito, Tito era muy querido por su padre quien le compraba todo lo que pedía, la madre nunca estaba de acuerdo pero así era su vida.
Él consintiéndolo y ella queriendo poner un alto antes que el niño se echara a perder con tanto capricho cumplido.

Sobra decir lo unidos que eran Tito y su padre.

El día de marras el hombre salió temprano a trabajar en tanto la madre se quedaba platicando en la cocina con la abuela quien vivía con ellos.
Al ver a su padre marcharse Tito se quedó llorando al ver a su padre salir. Cerrando la puerta tras de si  únicamente con cerrojo.
Creyendo que el hombre había cerrado con llave, siguió en lo suyo sin hacer caso del llanto del niño. Sabía que después de un rato se olvidaría e iría a jugar al patio.

Grave descuido que la pareja lamentaría poco después.

Al terminar la calle, esta formaba con la autopista una vía de alta velocidad. Sin medir el peligro el niño agarró el rumbo que su padre seguía todas las mañanas. Cruzó la autopista deteniéndose a la mitad pasando los autos por los dos lados. Tito estaba parado justo en mitad de la carretera. Se quedó mirando con ojos llorosos el horizonte y siguió con paso firme.

Los autos pasaban a gran velocidad. Los camioneros le pitaban mirándolo sorprendidos. Nadie entendía como un pequeño caminaba a mitad de la carretera ni se detuvieron a averiguar.

Sin comprender el peligro, Tito dio media vuelta para regresar a su casa. Necesitaba sentir los brazos protectores de su madre, estaba asustado.
A lo lejos se divisaba un coche rojo acercándose a gran velocidad. En el momento que Tito quiso salirse de la carretera el auto pasó como bólido golpeando al niño sin detener su carrera.

Según las estadísticas, los coches rojos son los que provocan más accidentes, eso Tito nunca lo sabría, su cuerpecito yacía sin sentido.

Ocurre que en ese instante pasaba la vecina de la casa contigua a la del niño. Oyó el rechinido de las llantas y después el golpe seco del cuerpo cayendo a la cajuela y de ahí al suelo.
Llevándose la mano a la boca ahogó el grito de espanto. Vio caer al niño pero nada pudo hacer. Crispadas las manos en su cabeza miraba atónita la escena.

Sin pensar lo levantó comenzando a correr hacía la casa. La gente que ya estaba en las calles la veía con su carga sangrienta dejándole libre el paso. Sorprendidos se hacían a un lado dejando vía libre a la mujer. Así fue como llegó al hogar de Tito.

Tocando fuertemente gritaba que le abrieran. Las lágrimas escurrían sobre la cara del niño que respiraba imperceptiblemente.
Abrir la puerta y lanzar un grito fue lo que hizo la madre quien sin comprender recibió el cuerpo inerte en sus brazos en el instante que este dejaba de existir.

Tito estaba de nuevo en casa.





jueves, 25 de abril de 2013

Sentir

Sentir

tus manos
desnudas
que recorren
mi nuca,
mi espalda,
mis ganas;

tus labios
húmedos
que descienden
por mi boca,
mi cuello,
mi pecho;

las yemas
de tus dedos
que surcan
cada corva,
cada flexura
de mi cuerpo;

tu corazón
espásmico
acompañando
cada latido
de mi sexo
enhiesto.

lunes, 22 de abril de 2013

En cada latido

Te soñé entre mis besos
acariciando mis pupilas
como cada noche
ardiente de deseo.

Llenabas mi pecho de gozo
llorando de alegría
al saberme tuya.

Corazones palpitantes,
ardientes,
febriles de insomnio
entre mis piernas.

Fantasías alcanzadas
en éxtasis sublimes
de las dulces huellas
de tus besos.

Arrastras mis piernas
al deseo ignoto de tus labios
dejando marcas de las ansias febriles
que sacias en mi cuerpo.

Rojos y sedientos
nos sumergimos en los paraísos eternos
de ese instante en el que los dos
perdemos la conciencia
en segundos
de una muerte sin dolor.

Dichosos momentos
cuando los corazones dejan de latir
uniendo nuestras manos
extasiados de placer.

Despierto húmeda de deseo
acariciando las puertas de la vida
en la que en mis sueños
hicimos el amor.







jueves, 18 de abril de 2013

Desaparecer

desaparecer

es a veces
necesario
como el jueves
y el aire
como el sol
o la luna
como el agua

tanto así
como perder
la conciencia
de la vida
que se aleja
como morir
y renacer

imprescindible
como el dulce de arrayán
las palanquetas
y las alegrías
como la natilla
de leche
azucarada

como el trompo
el balero
los carritos de lata
y el balón
las peleas
fraternales
y mis juegos de niño

como el olor
a pan blanco
de La Esperanza
como las conchas
con nata
y el café
recién tostado

como la mañana
que se acerca
como la luz
entre tus piernas
como volver
a aparecer

un día

lunes, 15 de abril de 2013

Cinco años

La última vez que la vi fue un 25 de agosto de hace ya cinco años. Me dijo que tenía piedras en el riñón, posiblemente la operarían. Tranquilizándola para que no se preocupara, dije que todo saldría bien. Fue la última vez que la vi.
La conocí por medio de mi trabajo. Se conectaba diario para hacer unos chequeos de precios, de esa manera fuimos intimando. Hablábamos pocas veces pero hubo un día que se sinceró conmigo diciéndome que era muy infeliz en su matrimonio.
Pregunté algunas cosas más bien para hacer plática pero lloró de tal manera que me dio pena la pobre y la consolé.

De ahí en adelante tratábamos de hablar todos los días. 
La constante comunicación hizo que me fuera enamorando de ella y ella de mi. Fue algo chistoso porque me preguntó que si quería ser su novio virtual, yo por no dejar le dije que si. No recuerdo la fecha pero si sé que fue un día de Abril porque faltaba poco para mi cumpleaños que es en Mayo.

Nadie me había pedido ser su novio, yo era -como hombre- el que tomaba la iniciativa. Un tanto desconcertado le dije que si. Sería su novio virtual.

De ahí en adelante nos buscábamos en las mañanas para darnos los buenos días. Luego en las tardes permaneciendo conectados hasta la hora de salida.
Pasamos muchos momentos felices. Soy demasiado extrovertido, lo contrario de ella que es tímida hasta más no poder pero con todo eso fui haciéndola a mi modo.

Como en todas relaciones fuimos llegando a más.

Un día me dijo que estaba muy cansada. Le ofrecí darle masaje de los que doy a mi esposa para relajarla y después tener  buen sexo.
Le describía cada detalle de lo que haría si estuviésemos juntos. La virtualidad no era obstáculo para nuestro amor. Podríamos no habernos visto de forma física pero cada uno sabíamos como era el otro. 
El día le dije que tenía ganas de acariciarla con aceites y esencias finas, me sorprendió diciendo que estaba desnuda frente al monitor.
Me saqué de onda porque no esperaba tal cosa pero supe conducirme con cuidado para no asustarla y que me siguiera diciendo lo que hacía ante mis deseos que se iban despertando bajo el pantalón.
Cuando nos dimos cuenta estábamos enfrascados en un faje virtual. El pantalón dejaba ver un bulto crecido que hube de disimular cuando entró la secretaria pero al salir ella lo dejé que se estirara tan largo como es. abriéndome el cierre. Mientras leía lo que hacía del otro lado del monitor, me acariciaba imaginando que placer tan grande sería tenerla en mis brazos. Después de todo era verdad que la amaba aún sin conocerla en persona.

Fueron pasando los meses. Teníamos relaciones por lo menos dos veces a la semana. Cuando más felices éramos, desapareció sin dejar rastro.
La busqué por todos lados donde podría encontrarla. pregunté a sus amigos que también eran amigos míos pero nadie supo darme razón.. Me dolía el alma encender la computadora y no verla conectada. 
Para sobrevivir sin su amor escribía poemas en la bitácora del trabajo. No comprendía porqué ella que tanto decía amarme me haya dejado sin explicación cuando más felices éramos.

Se fue sin decirme nada.

Cansado de buscarla, retomé mi vida normal. Se había hecho costumbre no verla y aunque lloraba por ella ya no me dolía tanto.
Mucha gente piensa que los hombres no sufrimos por amor pero hablan a la ligera porque si sufrimos y bastante pero lo disimulamos muy bien para que no nos hieran con comentarios estúpidos.

No he buscado a nadie más. Para mi fue y será la única novia virtual en mi vida porque sin tocarla me hizo el hombre más feliz de la tierra durante cinco años en los que sigo esperando regrese a mi para decirle que quiero abrazarla de verdad como tantas y tantas veces imaginamos.

Ella recargando su cabeza en mi pecho y yo amándola como nunca nadie la amó en la vida real.

jueves, 11 de abril de 2013

A veces

A veces
nuestras manos
se convierten
en tiempo
que recorre
nuestras ganas,
nuestras canas,
nuestra propia miseria,
esa falta
de voluntad
que hace de los hombres
vulnerables trozos de hueso
cubiertos de músculo y tejido,
pero otras,
como ahora,
el tiempo
se convierte
en suaves dedos,
tersos,
que recorren
nuestra piel ajada,
nuestros labios ateridos,
nuestros sexos hirsutos,
y se enredan
mientras él,
tiempo al fin,
se detiene,
así, sin más,
en esta habitación
oscura
y esta cama
destendida.

lunes, 8 de abril de 2013

De las manos

Mis manos carecen de sentido, de forma y color. Son una especie de muñones gordos con remedo de dedos. Las tengo así desde los trece años. En ese entonces tenía la costumbre de meterme a bañar y tardar mucho tiempo dentro. Lo hacía cuando quedaba solo en casa. Llenando la tina con agua tibia, me desnudaba completamente mirando como la llave dejaba escapar el líquido transparente. Cuando estaba casi llena metía el pie izquierdo, luego el derecho. Siempre lo hacía así. Ignoro el porqué. Recostándome dentro cerraba  los ojos. Empezaba el ritual. Tocaba mi miembro con la mano izquierda mientras con la derecha recorría los muslos. Sentía como se erizaba la piel, era exquisito. Me transportaba a otro mundo. Con los ojos cerrados viajaba por miles de imágenes de hombres desnudos que momentos antes había visto en internet. En mi incipiente adolescencia estaba descubriendo un mundo vedado a mis ojos y a mi cuerpo. Recién descubría que me gustaban los hombres. Si mis padres supieran eso me matarían,  razón por la cual no decía a nadie -ni siquiera a mis amigos- lo que hacía en las largas sesiones frente a la computadora. Mis papás creían que estudiaba. El baño era obligado después de ver a los hombres como si me invitaran al sexo.  Tenía que bañarme después para limpiar el pecado de masturbarme.
Recorría cada centímetro del cuerpo con las yemas de los dedos  mientras el pene iba poniéndose duro, transportándome al cielo. Al vaivén de mi mano el agua se movía formando pequeñas olas. Cada vez era más fuerte el golpeteo del agua sobre las paredes de la tina. La mano derecha se crispaba intentando detener el momento que se avecinaba. Quería que durara más y más, que no terminara nunca. La respiración agitada, mis pies tensos, la mano moviéndose cada vez más rápido, mientras con la otra, quitaba el tapón de la tina. Me gustaba ver el momento final sin agua de por medio. En todo su esplendor veía el objeto que me hacía feliz a punto de explotar, dejando salir su líquido blanquecino sobre la mano. Los ojos perdidos en el abismo de las sensaciones no pudieron ver a mi padre parado en la puerta. Con un fuerte grito se abalanzó sobre mi. Jalándome del brazo me levantó por los aires. Me sacó de la tina maldiciendo y gritandp que el demonio vendría por mi. Temblando de miedo no atinaba a hablar. De todos modos no hubiera sabido que decir. No creía que darme placer fuera malo aunque lo intuía. Mi padre seguía gritando mientras le ponía el tapón a la tina y abría la llave del agua caliente. No alcanzaba a comprender porqué la llenaba. Cuando el agua salía casi hirviendo pude ver la razón. Sin mirarme, tomó mis manos y las metió al chorro del agua. El dolor fue inmenso. Un grito inhumano salió de mi boca. Infrahumano dolor que sentí desgarrando la piel. No podía moverme. Con una fuerza descomunal mi padre trataba de que no sacara las manos del chorro hirviendo De pronto vino la salvación. El desmayo llegó en mi auxilio. No supe más hasta que desperté en el hospital. Mi madre me había encontrado tirado en el frío piso del baño con las manos al rojo vivo. Cuando por fin pude desperté el médico preguntó que había pasado. No supe responder. Con ojos llorosos mamá acariciaba mi frente mientras yo veía las manos vendadas a los lados de mi cuerpo. Fue en ese momento que decidí que nunca más hablaría en la vida, ¿para qué? nadie creería que mi propio padre, obedeciendo a no sé que instinto había quemado mis manos dejándome en su lugar dos muñones que nunca volvieron a servir para nada porque también decidí que desde ese instante mi cuerpo no volvería más a sentir.

jueves, 4 de abril de 2013

Autómata

Salir a la calle,
recorrer la misma ruta,
el mismo camino
de casa al trabajo.
Ladrar a los perros,
silbar a las aves,
maullar a los gatos.
Pintar las paredes
con versos robados
de canciones sosas,
éxitos de radio.
Recibir, revisar,
sellar, engrapar,
entregar informes,
archivar,
preparar reuniones,
¿sonreir?, no lo sé.
Mirar sin mirar
a gente sin rostro,
muertos,
vacíos como yo,
en el metro,
en el autobús,
en los centros comerciales,
todos con sus prisas,
todos con sus males.
Nacer, crecer,
compadecerme
de mí,
llenarme de rabia,
lamer mis heridas
y al fin,
al caer la tarde,
morir.
Así es como pasan
frente, sobre mí,
desde que no estás,
estos días revueltos.

lunes, 1 de abril de 2013

Días revueltos

Los días andan así como quien no quiere la cosa. Extraños en proporciones exageradas. Los animalitos lo sienten. Por ejemplo, en la mañana que fui a darles el maíz a las gallinas ni siquiera bajaron cuando me vieron. Ni que decir de los palomos. Por más migajas que les eché, nada que vinieron a comer.

Yo creo que algo tiene que ver la luna de anoche. Estaba muy grandota y amarilla, pero de un amarillo raro., haga de cuenta como si le doliera la panza, así.
No hice mucho caso porque la luna tiene noches en que no quiere ni que la vean porque se esconde tras los árboles o se duerme en las nubes sin querer alumbrar nada y amanece toda enmuinada. Hasta se le hace tarde porque es de mañana y ai sigue en el cielo.

Lo que me dejó sorprendido fueron las palomas porque esas siempre con su cucurrucú piden a cada rato les dé de comer. 
-Pos sabrá Dios- dije entre mi yéndome al río a bañar.

Hacía buen tiempo.

En el camino encontré algunas ranas saltando para ningún lado, queriendo esconderse de algo. Rascándome la cabeza las quedé viendo pero ellas sin asustarse de mi siguieron su camino.

Miré el cielo pa´ ver si encontraba algo y entonces lo vi. El sol muy grande y rojo estaba comiéndose a la luna. Se miraba clarito como le iba dando semejantes mordidotas. 
Hice sombra con mi mano medio tapándome los ojos pero el brillo no me dejaba ver más que lo poquito que alcanzaban mis ojos entrecerrados. 

A lo lejos se alcanzaban a oír los ladridos de los perros asustados. El relinchido de Tobías -el caballo del abuelo- parecía que se había puesto loco.

Regresé al ranchito temeroso del viento fuerte que se había soltado. Estaba oscureciendo a pesar de ser mediodía. Mi cabeza no acababa de entender que ocurría.
Cuando iba a mitad del camino se hizo de noche total. Era cosa del Diablo. Se supone que debía estar el sol alumbrando como siempre pero en su lugar estaba un disco rojo que se había comido a la luna.
Me asusté

¿Ya no habría más días? ¿Nos quedaríamos a oscuras todo el tiempo?

Sin saber que pensar seguí caminando en medio de la rara oscuridad. A medio camino el viento dejó de silbar. Miré hacía el cielo y vi que el sol estaba encima de la luna. Los dos juntitos como si fueran enamorados.
Se miraban bonitos pero seguía dándome miedo.

Durante mi regreso al rancho, se hizo de nuevo la luz. La luna estaba separada del sol y este alumbraba por todo lo alto.
Ya no se oía el ladrido de los perros ni se veían las ranas asustadas. 
Al llegar a la casita las gallinas habían terminado el maíz y los palomos se daban arrumacos. Tobías tomaba agua del bebedero mientras se espantaba las moscas con la cola que movía cada tiempo.

No tuve más miedo, todo estaba volviendo a la normalidad.

Echándome sobre la yerba me quedé mirando al cielo azul. La luna ya no estaba y el sol, ¡ah el sol! estaba muy brillante así como si estuviera muy contento. Como si acabara de besar a su novia y fue cuando me quedé dormido pensando en que que bonito es el amor.

jueves, 28 de marzo de 2013

Penélope

Cada mañana
se sentaba en una banca
en la estación,
a esperar algo
que nunca llegaría,
estaba loca de atar,
en el pueblo decían,
si hacía diez años ya
desde que por vez postrera
el tren pasó por esas tierras,
marchitas por el hombre,
como las prímulas sin agua
o las mejillas de las putas
tras el paso de los años.
No le cantó Serrat,
no hubo bolso marrón
y zapatos de tacones,
no hubo Odiseo al que aguardar,
no parió a Poliportes
ni tejió una esperanza,
Publio Ovidio olvidó
incluirle en sus cantos.
Cada mediodía,
cuando el sol pega a plomo,
cubierta en soledad
con las piernas abiertas
estiraba los brazos
y apretaba los párpados
jadeaba, gemía,
mordiéndose los labios,
sus gritos inundaban
aquella estación vacía,
y juraban en el pueblo
que se podía sentir
el rechinar del tren
en las olvidadas vías.

lunes, 25 de marzo de 2013

El tren de las cinco menos diez

Terminal ferroviaria 

Cita con el amor de su vida -ahora si el verdadero- rumbo a Guadalajara. Dos hijos en las manos y las maletas en el taxi. 
Destino incierto.
Amantes sin mañana, hijos de un hogar roto 

Camino al andén otra pareja espera abordar. Sin hijos como lastre, aguardan el tren que los llevará a una nueva vida a Guadalajara.

Voz anunciando la partida.
Andenes sin pasajeros, reloj marcando las cinco menos diez.

Dos parejas frente a frente, asombrados de los juegos del destino que los había reunido en el mismo sitio, hacía la misma ciudad para comenzar una nueva vida de la que quisieron escapar.

Impávidos sueltan las manos ajenas. Toman a los hijos emprendiendo el camino a la rutina cotidiana, de la vida conyugal, dejando atrás el engaño mutuo.

Nada más que agregar.




.







jueves, 21 de marzo de 2013

Imposible

Dejo de lado la pluma de la prosa para intentar decirte, en verso, lo mucho que, cuando te vas, me faltan la luz que irradia tu simple presencia, la magnética atracción de tu sonrisa, la humedad de tus labios cuando descienden por mi pecho, el calor de tus manos jugueteando con mi cuerpo, tus piernas que me atrapan como una enredadera al conducirme a la tierra prometida de tu sexo. Decirte de sudores y temblores cada vez que apareces por mi cama, por mi casa, mas no por mi alma, porque aunque no estés, estás aquí, conmigo, y basta cerrar los ojos un instante para corroborar que permaneces en esencia. Y al final, como siempre, termino vencido por la imposible tarea para los que, víctimas de un pragmatismo más prosaico, que no procaz no se confunda, no fuimos regalados por los dioses de aquel romanticismo becqueriano, sabinesco, nerudiano, necesario para entregar el espíritu, cubierto por el sutil envoltorio de un poema.

lunes, 18 de marzo de 2013

¿Hablar de poemas de amor?

Eso no es para mi
El amor ¿sabe? es para tontos de corazòn.
Se dislocan los sentidos, ¿Quièn querrìa pasar eso?
Andar con cara de idiota viendo corazoncitos en las nubes, ¡Por favor!

Mire usted, cuando uno està enamorado la vida se torna melosa,
uno piensa en el otro y sueña con hacer poemas de amor. 
Redacta los mejores versos, haciendo a la luna y las estrellas -pobres de ellas- còmplices de sus cuitas amorosas.

Como para escribir poemas se necesita tener vis sensible, déjeme decirle que si no la tiene mi estimado ya puede irse un poquito al carajo.

¿Ha intentado escribir una poesía?
Seguro que no, sino no estarìa preguntàndome cual es el mejor poema jamàs escrito a una dama.

Le dirè còmo hacer versos de amor.

Escoge una daga muy fina.
Cuando estè pensando en su amada entierre la punta con mucho cuidado ahì en el centro mismo del corazòn.
Obvio empezarà a chorrear sangre. 
Haga un cuenco con su mano y colecte toda la que pueda mientras con la otra mano tome una pluma larga de faisàn y empiece a escribir en una hoja blanca.
No tendrà mucho tiempo pero el que tenga serà suficiente para decir lo màs bello del mundo
No se distraiga en hacer la letra derechita, crèame que eso serà lo menos importante al final.cuando sienta que el aire se le acaba deberà escribir el ùltimo verso.
El que dirá como ha vivido sin el amor de la pretensa.

Ya no hay tiempo.

Lo que haya querido decir puede que llegue a quien no debiera porque en el último momento no habrá alcanzado el último hálito de vida para escribir el nombre de la destinataria.
Y su poema querido amigo pasará a engrosas la filas de los que no sabían hablar de amor.





jueves, 14 de marzo de 2013

Ruido blanco

Te regalo estas manos,
blancas de tiempo,
manchadas,
estragadas
por la edad
y las arrugas
del olvido,
te regalo estos dedos,
retorcidos
por los años
y el cansancio,
que se enredan
en unas hebras
de cabello
igual de blanco,
te regalo el espíritu,
albino,
que en escapada
transmuta
en ruido blanco
y se confunde
con el cabello
apresado
entre los dedos
de las manos,
hastiadas,
cansadas de desuso.

lunes, 11 de marzo de 2013

En desuso

Vieja tierna
mirada ausente
recuerdos vagos
de risas imberbes.

La maestra sentada al abrigo de la tarde miraba dentro de si las caras de los niños a los que enseñó un poco la vida bajo el techo de láminas negras de la escuela de un rancho olvidado.
Calzando las chanclas burdas se introdujo a la casita de adobe.. ¨La señorita¨ le llamaban sus alumnos de quienes ella no olvidaba el nombre de cada uno.


Manos enjutas 
de arrugas sin tiempo
cuerpo delgado
con cabello color de noche.


Bajo una carpeta tejida de color blanco con rosas rojas, estaba el baúl que guarda los exámenes y tareas aplicados en los días sofocantes del árido paraje.
Hojas amarillentas atadas con un listón fueron revisadas una y otra vez reviviendo el momento en que habían sido escritas.

Viejita tierna
ojos de cielo
cara morena con trenzas negras
corazón de miedo.

Hurgando entre los recuerdos, sacó de entre ellos un muñeco de trapo que apretó en su enjuto pecho. Era el muñeco destinado a entretener a la hija que nunca llegó, el vientre que la acogería no había sido fecundado.
El amor pasó de largo montado en un caballo tordillo al que no vio porque se encontraba rodeada de niños que nunca fueron los suyos.

Vieja maestra
enseñaste en la escuela
las letras de amor
que no te dijeron.