lunes, 29 de abril de 2013

Retorno

Era muy de mañana cuando Tito abrió la puerta de su casa. Parado de puntitas jaló la manija saliendo sin que su mamá se diera cuenta, a la edad de cuatro años el niño emprendía su primer viaje solo.

La casa de Tito se encuentra a un lado de la autopista. Junto a la escuela primaria y un numero reducido de casas donde el niño solía jugar con los hijos de otras vecinas bajo la supervisión de su madre.

Tito, niño rubio de cara redonda y sonrisa pícara era el primer hijo del matrimonio venido de Querétaro, instalándose en el caserío ubicado a la orilla de la carretera unos cuantos meses antes sin imaginar el giro que su historia daría en pocos días.

Siendo el primogénito, Tito era muy querido por su padre quien le compraba todo lo que pedía, la madre nunca estaba de acuerdo pero así era su vida.
Él consintiéndolo y ella queriendo poner un alto antes que el niño se echara a perder con tanto capricho cumplido.

Sobra decir lo unidos que eran Tito y su padre.

El día de marras el hombre salió temprano a trabajar en tanto la madre se quedaba platicando en la cocina con la abuela quien vivía con ellos.
Al ver a su padre marcharse Tito se quedó llorando al ver a su padre salir. Cerrando la puerta tras de si  únicamente con cerrojo.
Creyendo que el hombre había cerrado con llave, siguió en lo suyo sin hacer caso del llanto del niño. Sabía que después de un rato se olvidaría e iría a jugar al patio.

Grave descuido que la pareja lamentaría poco después.

Al terminar la calle, esta formaba con la autopista una vía de alta velocidad. Sin medir el peligro el niño agarró el rumbo que su padre seguía todas las mañanas. Cruzó la autopista deteniéndose a la mitad pasando los autos por los dos lados. Tito estaba parado justo en mitad de la carretera. Se quedó mirando con ojos llorosos el horizonte y siguió con paso firme.

Los autos pasaban a gran velocidad. Los camioneros le pitaban mirándolo sorprendidos. Nadie entendía como un pequeño caminaba a mitad de la carretera ni se detuvieron a averiguar.

Sin comprender el peligro, Tito dio media vuelta para regresar a su casa. Necesitaba sentir los brazos protectores de su madre, estaba asustado.
A lo lejos se divisaba un coche rojo acercándose a gran velocidad. En el momento que Tito quiso salirse de la carretera el auto pasó como bólido golpeando al niño sin detener su carrera.

Según las estadísticas, los coches rojos son los que provocan más accidentes, eso Tito nunca lo sabría, su cuerpecito yacía sin sentido.

Ocurre que en ese instante pasaba la vecina de la casa contigua a la del niño. Oyó el rechinido de las llantas y después el golpe seco del cuerpo cayendo a la cajuela y de ahí al suelo.
Llevándose la mano a la boca ahogó el grito de espanto. Vio caer al niño pero nada pudo hacer. Crispadas las manos en su cabeza miraba atónita la escena.

Sin pensar lo levantó comenzando a correr hacía la casa. La gente que ya estaba en las calles la veía con su carga sangrienta dejándole libre el paso. Sorprendidos se hacían a un lado dejando vía libre a la mujer. Así fue como llegó al hogar de Tito.

Tocando fuertemente gritaba que le abrieran. Las lágrimas escurrían sobre la cara del niño que respiraba imperceptiblemente.
Abrir la puerta y lanzar un grito fue lo que hizo la madre quien sin comprender recibió el cuerpo inerte en sus brazos en el instante que este dejaba de existir.

Tito estaba de nuevo en casa.





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